Mi práctica en inmigración me ha permitido servir a las personas más vulnerables que hay en nuestro entorno. Nunca, cuando estaba en la facultad de derecho me imaginaba que iba a ayudar a decenas de miles de personas y cambiar sus vidas para siempre. Tengo ese privilegio hoy. Es inconcebible para mí que Dios deseara que hiciera cualquier otra cosa. Con muy pocas excepciones, todos mis clientes son relativamente pobres y muy desfavorecidos. Muchos viven con el temor constante de ser deportados. Nosotros estamos para ayudarlo.