
En un giro inesperado en la política comercial de Estados Unidos, el presidente Donald Trump anunció la implementación de aranceles del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio. Esta decisión, que se hará efectiva a partir del 12 de marzo, ha generado inquietud en naciones cercanas, particularmente en México, uno de los principales países exportadores de estos metales a EE.UU. La situación plantea la interrogante sobre cómo responderá México a esta dura medida y cuál será su efecto en su economía.
Los aranceles impactarán de manera significativa a varios países, pero Canadá, Brasil y México son los más afectados, dado que juntos constituyen la mitad de las importaciones de acero de Estados Unidos. La preocupación se intensifica al considerar la interdependencia de las economías de ambos países. La pregunta que surge es si México debería replicar la estrategia estadounidense, respondiendo con aranceles sobre el acero. Especialistas advierten que esa podría ser una errónea decisión, considerando que las consecuencias serían desproporcionadas.
Ildefonso Guajardo, quien se desempeñó como secretario de Economía bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto y tuvo un papel crucial en la negociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), argumenta que la respuesta del gobierno de Claudia Sheinbaum es determinante. La verdad es que México importa más acero del que exporta a EE.UU., lo que coloca al país en una posición vulnerable. Si escogiera imponer aranceles, podría enfrentar un aumento de los costos en industrias críticas como la automotriz, que dependen del acero como insumo esencial.
Más que ser una simple cuestión arancelaria, la situación revela la complejidad de las cadenas productivas. Guajardo enfatiza la importancia del acero en diversos sectores, desde la manufactura de electrodomésticos hasta la producción de automóviles. Al encarecer el acero, las industrias verían un aumento en sus costos operativos, lo que podría traducirse en productos más caros para los consumidores. “El acero es fundamental en las cadenas productivas”, subraya Guajardo, advirtiendo del riesgo de volverse menos competitivos en el mercado si México decide implementar aranceles recíprocos.
Entidades empresariales, como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), también han manifestado su preocupación. Edmundo Enciso Villarreal, presidente de las comisiones de Nearshoring y Comercio Exterior, resalta cómo sectores como la automotriz y de autopartes, así como la construcción y los electrodomésticos, podrían verse profundamente afectados. Con el aumento en los costos de producción, es probable que la competitividad de estas industrias en el ámbito internacional se vea amenazada, lo que podría poner en riesgo miles de empleos.
A raíz de tales declaraciones, el secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard, externó que estos aranceles son “un balazo en el pie” para ambos países. Una afirmación que, aunque provocativa, refleja la realidad de la balanza comercial en la que México se encuentra en una posición de importador neto. Ebrard insiste en que, si bien Estados Unidos busca proteger su industria, lo que realmente conseguirán son mayores costos para los consumidores estadounidenses, quienes podrían tener que asumir el peso de estos aranceles.
No obstante, la relación comercial entre México y Estados Unidos es compleja y multidimensional. Aunque México compra más acero de EE.UU. del que vende, sigue siendo un proveedor significativo en el mercado. Este hecho contribuye a que la economía estadounidense también sienta el impacto de los aranceles. De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (Canacero), la balanza comercial del acero favoreció a Estados Unidos en más de 2,4 millones de toneladas en 2024, lo que significa que la imposición de aranceles podría no resolver los problemas que se pretenden abordar.
Todo este enredo lleva a la siguiente pregunta: ¿quién realmente sufrirá más por estas tarifas? Aunque el costo inicial recaerá sobre México, investigadores y economistas coinciden en que, a largo plazo, las industrias estadounidenses podrían encontrarse en una posición incómoda, absorbendo ese incremento en los costos. Justin Weidner, economista de Deutsche Bank, menciona que será difícil predecir con precisión cómo se distribuirán estos costos y quién realmente se llevará la peor parte de los aranceles.
El efecto de estos aranceles no se limita a la relación bilateral entre México y EE.UU. También hay repercusiones indirectas, especialmente sobre mercados como el chino. Aunque China no es un proveedor principal de acero para EE.UU., su acero se reexporta a través de países como México y Canadá antes de llegar a su destino final. Así, las nuevas tarifas podrían, de forma indirecta, afectar las exportaciones chinas y sus operaciones en la región.
Los analistas destacan que, aunque el impacto directo del acero chino es limitado, los efectos en la cadena de suministro son más complicados. Si las empresas mexicanas que importan acero y aluminio deciden trasladar estos costos a los consumidores, esto podría resultar en aumentos significativos en los precios al consumidor tanto en México como en Estados Unidos.
Al final, la clave para México será encontrar una respuesta equilibrada y astuta. En lugar de simplemente replicar las acciones de Trump mediante la implementación de aranceles recíprocos, los expertos sugieren explorar opciones más sofisticadas que no perjudiquen la competitividad de sectores claves. Esto podría incluir el establecimiento de negociaciones diplomáticas para llegar a acuerdos que mitiguen los efectos negativos de estos aranceles.
Es un momento crucial para las relaciones comerciales entre México y EE.UU., y los decision-makers deben considerar con cuidado las repercusiones de cada movimiento. La economía interconectada del siglo XXI exige respuestas que vayan más allá de soluciones simples y cortoplacistas. En un clima de incertidumbre, el diálogo y la cooperación serán esenciales para enfrentar los desafíos que estos aranceles imponen tanto a México como a Estados Unidos.
Se trata, en última instancia, de una oportunidad para evaluar y redefinir la naturaleza de la colaboración económica en la región. Los aranceles plantean un desafío, pero también un llamado a la innovación política y económica, permitiendo que ambos países reconsideren sus estrategias comerciales y busquen un equilibrio que beneficie a sus respectivas economías. A medida que las negociaciones avanzan, la capacidad de México para adaptarse será crucial en los próximos meses, y hay muchas expectativas sobre cómo se desarrollará esta situación.
Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/
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